viernes, 12 de septiembre de 2008

Las fiestas en Toro (I)

Las últimas fiestas de San Agustín han sido un buen ejemplo de la situación del ayuntamiento y del estado al que han conducido la ciudad los (des)gobiernos de los últimos años. Las fiestas forman parte del acervo cultural de una comunidad y son un buen indicador de cómo se encuentra una ciudad. En el caso de Toro han sido la mejor expresión de un ayuntamiento altamente endeudado y de un equipo de gobierno agotado y sin ningún tipo de ideas. Podemos estar hablando de las peores fiestas en calidad y en organización de los últimos treinta años.

Para empezar la desorganización y la falta de promoción ha sido la nota dominante de estas fiestas. Se realizan actos que la gente no sabe ni dónde son ni a qué hora, como ha ocurrido con las escasas actividades infantiles, se realizan conciertos que no se anuncian en ningún sitio, se busca desesperadamente un pregonero de las fiestas diez días antes y se edita un programa de fiestas plagado de errores.

Quieren justificar la inexistencia de nuevas atracciones o actividades en las fiestas con la falsa excusa de que “la tradición y la personalidad de nuestras fiestas nos impiden hacer cambios” (La Opinión-El Correo de Zamora, 25 de agosto de 2008). ¿Qué tiene que ver mantener los actos tradicionales con hacer otros nuevos, distintos, novedosos para Toro?. Es simplemente una excusa para ocultar la falta de trabajo y hacer siempre lo mismo es para evitar tener que buscar otras atracciones y dedicar tiempo a organizar unas fiestas para todos. La contradicción es evidente, pues a la vez se jactan de la cata de vinos como una novedad bien acogida (lo cual es cierto) que se ha hecho por segundo año consecutivo. Y si además, hablan de tradición y personalidad, ¿dónde están todas aquellas actividades deportivas (motocross, tiro al plato, carrera de galgos, recorridos de caza, concursos de pesca, pruebas atléticas, partido de fútbol de presentación de la UDT, etc.), la edición de la Guía del deportista, la sesión de fuegos artificiales, las marionetas, la actuación musical que había la noche de las Carrozas gratis en la Plaza Mayor, la verbena en la Santísima Trinidad o la verbena en el Puerto de la Magdalena y que eran tan tradicionales y daban tanta personalidad a nuestras fiestas?

Tampoco se pueden escudar en la crisis económica o en una supuesta austeridad, pues gastarse, si es que es cierto, 242.726 euros, teniendo en cuenta lo poco que hacen y lo repetitivo que es, resulta un verdadero despilfarro, máxime si tenemos presente el enorme endeudamiento del ayuntamiento de Toro. Otras ciudades con menos habitantes que Toro y con mucho menos dinero realizan bastantes más eventos, más variados y, en general, de mayor calidad, incluyendo actividades culturales en el programa de fiestas.

Finalmente hay dos situaciones que resultan inauditas en una democracia del Siglo XXI:
1º) Se habla de una Comisión de Festejos, que no se sabe cómo se conforma, ni qué hace. Se debe hacer ya un reglamento de participación ciudadana que regule este y otros Consejos y/o Comisiones que se deben crear para que haya una real participación ciudadana y qué esté regulado quién debe estar y en representación de qué o de quiénes. Ahora mismo, las personas que están son puestas a dedo y no se sabe a quién representan. Indica la Concejala de Festejos que está la juventud de Toro. ¿Quién y a quién representa?

2º) Los programas de fiestas cada año son peores y con más errores y fallos. Parecen catálogos de anuncios más que programas de fiestas. Una cosa es la colaboración de las entidades, empresas y autónomos (que es deseable) y otra muy distinta es hacer un catálogo de anuncios que genera sustanciosos beneficios a la persona encargada de hacer el programa, sin importarle lo mas mínimo la calidad del programa. Para mejorar el programa se deberían pedir al menos tres ofertas y asignar su edición a la que fuera más conveniente para Toro. Por otra parte, se evitarían los múltiples comentarios y sospechas que circulan por la ciudad del porqué se da a dedo siempre a la misma persona.

En definitiva, unas fiestas repetitivas, desorganizadas, sin promoción, con un programa plagado de errores y organizado desde una Concejalía exclusiva para ello, que han resultado posiblemente las peores de los últimos 30 años y que nos cuestan más de 200.000 euros, resultando carísimas en la relación calidad/gasto realizado. No es extraño por ello que el comentario generalizado en la ciudadanía sea que no ha habido fiestas. Más claro, agua.

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